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Sanar el oido, sanar la boca, sanar el corazón... (Mc. 7, 31-37)

Digan a los desanimados, ¡Ánimo!
consuelen a mi pueblo dice el Señor.

Escuchemos a Dios,
y para eso muchas veces será necesario
afinar el oído, callar la boca
y abrir siempre el corazón.
  

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